Amante de las letras, había comenzado a cultivarlas, descuidando por
ellas en un principio, los estudios legales como inútiles e ingratos, y
llegando hasta a alimentar una especie de rencor hacia su familia, que
lo exhortaba a seguirlos. Escribiendo versos de amor y prosa de novelas,
ejercitando la divina y creadora facultad de la imaginación, era como
pensaba conquistarse la gloria, desdeñoso y para nada necesitado de
compensaciones más reales. La muerte de su padre, sostén de la numerosa
familia, le despertó de su sueño. Comprendió entonces que su deber era
sustituir a su padre y de la noche a la mañana dijo adiós a la fantasía
y a la fábula, para dirigir su actividad por un camino más positivo.
Sus primeros trabajos no le habían sido inútiles del todo: el hábito de
la investigación contraído al reflexionar sobre argumentos ficticios, lo
habían hecho hábil para desentrañar los misterios con que lucha la
justicia. Había comenzado a estudiar la vida en los libros, y gracias a
ellos podía comprender sin gran trabajo, cómo era en realidad.
La profesión política y la judicial son sin duda las que mejor y con mas
rapidez permiten conocer a los hombres; pero hay casos en que el hombre
político es presa de alguna de las mismas pasiones que presume poder
juzgar en los otros, mientras que el magistrado, indiferente, sereno,
extraño a los intereses que ve agitarse en torno suyo, está más que
cualquier otro en situación de leer en el libro del corazón. Y
Ferpierre, después de haber dado libre desahogo en los artísticos
trabajos, de su primera juventud a sus pasiones vivaces, había
comprendido a tiempo todo cuanto hay de exagerado, de falso y malsano en
una concepción demasiado amplia y poética de la existencia, y como sus
sentimientos habían llegado a ser más austeros, más severos eran por
consiguiente sus juicios. El antiguo fondo moral de la raza helvética,
la seriedad y la tristeza acumuladas en el corazón de la raza por efecto
de la contemplación de los gigantescos Alpes; la rigidez casi ingrata de
aquel protestantismo que excluyera de Ginebra durante un tiempo la
música por ser un arte demasiado voluptuoso, se despertaron en él
después de los primeros ardores, y a la ligereza algo intencional del
joven poeta, sucedió la rectitud inflexible del hombre maduro.
ellas en un principio, los estudios legales como inútiles e ingratos, y
llegando hasta a alimentar una especie de rencor hacia su familia, que
lo exhortaba a seguirlos. Escribiendo versos de amor y prosa de novelas,
ejercitando la divina y creadora facultad de la imaginación, era como
pensaba conquistarse la gloria, desdeñoso y para nada necesitado de
compensaciones más reales. La muerte de su padre, sostén de la numerosa
familia, le despertó de su sueño. Comprendió entonces que su deber era
sustituir a su padre y de la noche a la mañana dijo adiós a la fantasía
y a la fábula, para dirigir su actividad por un camino más positivo.
Sus primeros trabajos no le habían sido inútiles del todo: el hábito de
la investigación contraído al reflexionar sobre argumentos ficticios, lo
habían hecho hábil para desentrañar los misterios con que lucha la
justicia. Había comenzado a estudiar la vida en los libros, y gracias a
ellos podía comprender sin gran trabajo, cómo era en realidad.
La profesión política y la judicial son sin duda las que mejor y con mas
rapidez permiten conocer a los hombres; pero hay casos en que el hombre
político es presa de alguna de las mismas pasiones que presume poder
juzgar en los otros, mientras que el magistrado, indiferente, sereno,
extraño a los intereses que ve agitarse en torno suyo, está más que
cualquier otro en situación de leer en el libro del corazón. Y
Ferpierre, después de haber dado libre desahogo en los artísticos
trabajos, de su primera juventud a sus pasiones vivaces, había
comprendido a tiempo todo cuanto hay de exagerado, de falso y malsano en
una concepción demasiado amplia y poética de la existencia, y como sus
sentimientos habían llegado a ser más austeros, más severos eran por
consiguiente sus juicios. El antiguo fondo moral de la raza helvética,
la seriedad y la tristeza acumuladas en el corazón de la raza por efecto
de la contemplación de los gigantescos Alpes; la rigidez casi ingrata de
aquel protestantismo que excluyera de Ginebra durante un tiempo la
música por ser un arte demasiado voluptuoso, se despertaron en él
después de los primeros ardores, y a la ligereza algo intencional del
joven poeta, sucedió la rectitud inflexible del hombre maduro.
Este es un ejercicio de mecanografía táctil para el curso de mecanografía AgileFingers. Al escribir el texto usando su teclado, aprenderá a escribir más rápido. ¡Disfruta escribiendo!