Texto - "Espasmo" Federico De Roberto

cerrar y empezar a escribir
Amante de las letras, había comenzado a cultivarlas, descuidando por
ellas en un principio, los estudios legales como inútiles e ingratos, y
llegando hasta a alimentar una especie de rencor hacia su familia, que
lo exhortaba a seguirlos. Escribiendo versos de amor y prosa de novelas,
ejercitando la divina y creadora facultad de la imaginación, era como
pensaba conquistarse la gloria, desdeñoso y para nada necesitado de
compensaciones más reales. La muerte de su padre, sostén de la numerosa
familia, le despertó de su sueño. Comprendió entonces que su deber era
sustituir a su padre y de la noche a la mañana dijo adiós a la fantasía
y a la fábula, para dirigir su actividad por un camino más positivo.
Sus primeros trabajos no le habían sido inútiles del todo: el hábito de
la investigación contraído al reflexionar sobre argumentos ficticios, lo
habían hecho hábil para desentrañar los misterios con que lucha la
justicia. Había comenzado a estudiar la vida en los libros, y gracias a
ellos podía comprender sin gran trabajo, cómo era en realidad.

La profesión política y la judicial son sin duda las que mejor y con mas
rapidez permiten conocer a los hombres; pero hay casos en que el hombre
político es presa de alguna de las mismas pasiones que presume poder
juzgar en los otros, mientras que el magistrado, indiferente, sereno,
extraño a los intereses que ve agitarse en torno suyo, está más que
cualquier otro en situación de leer en el libro del corazón. Y
Ferpierre, después de haber dado libre desahogo en los artísticos
trabajos, de su primera juventud a sus pasiones vivaces, había
comprendido a tiempo todo cuanto hay de exagerado, de falso y malsano en
una concepción demasiado amplia y poética de la existencia, y como sus
sentimientos habían llegado a ser más austeros, más severos eran por
consiguiente sus juicios. El antiguo fondo moral de la raza helvética,
la seriedad y la tristeza acumuladas en el corazón de la raza por efecto
de la contemplación de los gigantescos Alpes; la rigidez casi ingrata de
aquel protestantismo que excluyera de Ginebra durante un tiempo la
música por ser un arte demasiado voluptuoso, se despertaron en él
después de los primeros ardores, y a la ligereza algo intencional del
joven poeta, sucedió la rectitud inflexible del hombre maduro.